Me entretengo
Me ocupo para no pensar, para no sentir.
Para no enfrentarme a mí misma…
Porque me conozco bien y sé que puede doler.
Evitar enfrentarse a las emociones o no querer preguntarse ¿qué nos pasa?, ¿qué queremos? o ¿cómo estamos? Es lo peor que podemos hacer… no sentir las emociones es seguir teniéndolas enjauladas en nosotros mismos, sin dejarlas salir.
Me está costando más de lo normal adaptarme a esta nueva realidad, ordenar mis ideas y centrarme en lo que quiero (después de haber escalado una montaña que se convirtió en colina, tengo que buscar otra).
Me invade una constante incertidumbre.
Está siendo demasiado. Demasiado para un año donde todo lo que quería hacer, ha salido totalmente diferente. No ha salido como esperaba y me llego a sentir a veces como una perdedora.
Cada poco tiempo he estado recibiendo una noticia distinta que me ha obligado a adaptarme. Sin avisar, sin poder preverlo, porque incluso los pequeños cambios (sean buenos o sean malos) necesitan un tiempo para asimilarlos, un tiempo que te permita entenderlos y acomodarte en cierta manera a ellos.
Soy incapaz de ponerle palabras a lo que me pasa. Soy incapaz de escuchar mis sentimientos. Incapaz de salir de esta situación, porque me siento… sobrepasada. Ahora pienso en mis decisiones… en las decisiones de hace un año o año y medio.
Muchas veces queremos lo que no tenemos, pero ¿por qué realmente lo queremos? o ¿por qué vemos a otros más felices que nosotros en ese momento y pensamos que esa es la realidad que queremos? ¿O la realidad que deberíamos vivir? aunque a lo mejor si obtuviéramos dicha realidad, a nosotros nos haría infelices.
Somos insatisfechos por naturaleza.
Cuesta tomar decisiones, y cuanto más adulto somos, más difíciles son.
Las decisiones nos ponen constantemente en una encrucijada donde no sabes si acertarás o estarás equivocado. Arriesgas más o menos, pero arriesgas cuando tomas una decisión y avanzas por ese camino.
Y sólo con el paso del tiempo sabrás si fue o no fue la decisión correcta, si fue ésa decisión la que debiste tomar y si realmente lo que escogiste era el camino que querías andar…
Porque ya lo dije una vez, hay una delgadísima línea entre lo que quieres hacer y lo que debes hacer, conceptos que se entrelazan y muchas veces lo que realmente queremos hacer no siempre es lo mejor para nosotros.
Cada día sin darnos cuenta tomamos un sinfín de decisiones, quizá éste tipo de decisiones no sean importantes, preguntarse cómo me visto, qué desayuno, cómo me organizo el día, qué tarea hago primero y cuál después, si quedo con unos amigos o con otros…
Pero hay otras decisiones que sí son relevantes para nosotros y la diferencia entre las decisiones importantes y las decisiones que tomamos diariamente, es que su respuesta no nos afecta tanto. El resultado de las decisiones importantes en cambio, sí es crucial y relevante para nosotros, a lo mejor es clave en un momento para seguir avanzando o para bajarse de tren.
Porque llega un momento que un si o un no, son decisivos.
Y me temo que ahí, NO te puedes arrepentir de las decisiones que TÚ TOMASTE.
No puedes.
Tú tomaste la decisión sin saber qué pasará. A pesar de que salga mal o a pesar de que el resultado no sea el esperado.
Valoraste la situación y quisiste hacerlo, quisiste arriesgar, a pesar de todos los inconvenientes, a pesar de saber que podías perder. Arriesgaste, como aventura, como experiencia para aprender, para soñar, para crecer, sin estar al 100% segura… y ahora parece que todo se desvanece… así tan fácil, en un abrir y cerrar de ojos, todas las expectativas creadas hace un año y medio desaparecen… porque quién pensó en una pandemia mundial hace un año.
Me gusta el Árbol de la Vida
Y siempre me ha gustado sin saber su significado. Me he fijado en él y me ha llamado la atención, acumulando Árboles de la Vida en mi joyero de metal y mostrándolos cuando quiero estar segura de mi misma, cuando quiero que me den fuerza o cuando quiero que me cuiden.
El Árbol de la Vida tiene siglos de historia y aunque tiene muchos significados diferentes, para mi representa el Ciclo de la Vida, nuestra existencia y cómo decidimos vivirla. Un árbol sagrado, como le consideran algunas religiones, que va creciendo en una dirección hacia el crecimiento personal o incluso espiritual.
El Árbol de la Vida se divide en tres partes: las raíces, el tronco y las ramas, y cada una de ellas representa una parte de nuestra vida:
- Las raíces profundas y ocultas simbolizan nuestro nacimiento, mucho de lo que somos lo podemos encontrar ahí.
- El tronco fuerte, grueso y rígido encarna nuestra vida en la infancia y va creciendo hacia arriba. El cómo seremos y cómo actuaremos.
- Las ramas que se ven, representan las múltiples direcciones que puedes tomar o que ya has tomado, son los cruces de caminos que nos encontramos a lo largo de nuestra vida y que hace que tengamos que tomar decisiones constantemente. Aunque no olvidemos las ramas que no están, las que se caen y desaparecen, tal vez por nuestras decisiones o tal vez por las decisiones de otros.
Como todo ser vivo, el Árbol de la Vida, siempre crece, sumiso al tiempo (porque nadie puede huir de él, nadie puede esperar a que las cosas sean cuándo uno quiere). El Árbol de la Vida sigue creciendo, sigue envejeciendo a pesar de las tormentas que vengan, a pesar de los insectos que intenten comérselo, a pesar de todos los obstáculos que tenga.
El Árbol de la Vida que nos representa a cada uno de nosotros debe seguir creciendo y debe seguir tomando decisiones sin saber si serán decisiones equivocadas o serán decisiones acertadas, porque lamentablemente el futuro no está escrito, el futuro siempre ha sido incierto, sólo que ahora parece que da más miedo que nunca.
Mira tú árbol, mira tú tronco, tus ramas y dime que no estás orgullosa de cómo está creciendo… Párate, respira y obsérvate… tú tienes la respuesta.
Pronto encontrarás tu siguiente cruce de caminos y deberás estar preparada.
Te como entera, mi ramita!!
Muchas gracias Eu!