Jamás pensé que lo iba a vivir tan de cerca… y aún, a pesar del tiempo, sigo creyendo que la volveré a ver.

A veces sigo pensado en si podría haber hecho algo, si podría (de haberlo sabido) haber ayudado…

Y aunque esta historia me ha noqueado… tengo que hablar de ella. Sé que ella me leía, y si ésta historia va a ayudar a otras personas que estén en su misma situación, estoy convencida que querría compartirlo, para ayudar a los demás y aportar su granito de arena.

Tal vez tú estés viviendo algo parecido, o conozcas a alguien de tu entorno que esté pasando por esto… quién sabe… Solo recuerda, antes de nada, que nunca estás solo (alguien siempre estará dispuesto a escucharte y a tenderte la mano, por muy lejano que parezca).

Pasan los días y sigo pensando en ella, intento ocuparme haciendo cosas, pero la mente es traicionera y vuelve a hacerse preguntas… ¿y si le hubiera escrito justo días antes? ¿Y si la hubiera visto, se lo hubiera notado?

Su historia difícil de contar, comienza con su propio final, una muerte trágica que como muchas mujeres no se merecen.

Lucía, así se llamaba, era de esas personas que no te dejaban indiferente, de las que las horas con ella pasaban sin darte cuenta, con las que tenías esas conversaciones enriquecedoras de las que al volver a casa, decías “hoy puedo hacer lo que me proponga”.

Ella, era de esas personas que sonreían con toda la cara. Pura energía y absoluta luz. Así era, bondad, generosidad y empatía.

Ella no decidió irse, ni se fue porque llegara su momento, se fue, porque su marido se la quiso llevar. ¿Por qué? Jamás lo sabremos. Una historia, como tantas y tantas veces, repetida, y que si piensas en todas a las que le ha pasado, es simplemente  abrumador.

Sentimientos de culpa

Y ahí comienza mi primer sentimiento de culpa, ¿Por qué me afecta más que otras veces?, ¿Por qué la conozco?, y ¿en qué se diferencia con el resto de mujeres que son diariamente asesinadas?, ¿Cuál será ahora el destino de por ejemplo las mujeres que van a vivir bajo el mandato talibán?

Y aquí sigue mi segundo sentimiento de culpa… ¿Qué habría hecho yo, si lo hubiera sabido?, ¿le hubiera dado cobijo en mi casa?, ¿lo hubiera denunciado?, ¿hubiera hablado con su marido? o ¿nada contundente?… Demasiadas preguntas, que no todas obtendrían respuesta.

La reflexión que he tardado en alcanzar, por mucho dolor, rabia y odio que me ha arrancado toda esta historia, es que nunca sabes realmente lo que pasa dentro de una relación.

De puertas para dentro, solo hay dos protagonistas y solo ellos, saben lo que viven diariamente, lo que sienten y lo que se dicen.

El horror que debió vivir Lucía, nunca lo sabremos… cuánto tiempo duró, cómo pasó, el motivo… y da igual, porque ya no está.

Para mí era una mujer casada felizmente con dos hijos y enamorada de su pareja, pero algo de todo esto, ya sé que es mentira.

Tardé días en llorar, incrédula de lo que había pasado… Porque acaso ¿alguien está libre de que le pueda pasar algo así con el tiempo?

Contra la violencia machista

Cada día, me voy dando cuenta de cuántos comentarios y situaciones machistas normalizamos, chistes, gestos y burlas pasan desapercibidos ante nuestros ojos y no lo reprendemos, simplemente, lo dejamos estar…

Independientemente del país donde te encuentres, la violencia machista sigue estando presente para una gran cantidad de mujeres. No dejemos ni permitamos comentarios despectivos o vejatorios… Defendamos a la persona que no tenga recursos y ayudemos al que no tenga armas para contestar, porque lamentablemente seguimos cayendo en el mismo error, victimizamos al débil por ser débil, en vez de castigar al malo, por ser eso, por ser cruel e hiriente.

No es gracioso la broma que hace sentir a alguien desdichado.

Además me temo, que para muchos la violencia machista sigue siendo «el que te peguen»… pero realmente empieza muchísimo antes, en el momento en que sientes que te están infravalorando, atacando tu autoestima y tu amor propio, apoderándose al final de tus miedos, tus dudas y tus deseos… y te vas apagando, sin quererlo, haciéndote chiquitita, chiquitita, que ya, ni te reconoces.

No llegues a ese punto, y aunque seguro que tu situación será mucho más difícil,  intenta susúrralo, contarlo, llorarlo, hacer una señal… porque estamos contigo, SIEMPRE.

No hay vergüenza por pedir ayuda, no te des por vencida y vivas con miedo, porque al final, ese miedo no te dejará respirar. Siempre hay alguien que te tenderá la mano.

Y para los que no estén en esta situación… por favor, abrid los ojos y estar atento al que quiera decirlo, porque algún día ya será tarde. Porque nadie, nadie, se merece un final así. ¡Por ti Lucía!

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