No quiero olvidar…

Necesitaba escribirla y sigo necesitando hacerlo.

Una parte de mí se rompe cuando escribo estas palabras.

Perder a alguien es muy duro, tu corazón se rompe en pedazos, se vuelve oscuro, triste y parece que deja de latir. Pero el duelo hay que vivirlo, si o si.

Hay duelos que se esperan y otros no (por lo que estos deben sumar la emoción de la sorpresa) ¿Sabías que el corazón no distingue entre una pérdida real de muerte y una pérdida de una relación?

Albert Espinosa dice que “cualquier pérdida tiene una ganancia”, todo en esta vida tiene su ciclo, hoy estamos aquí… y mañana no sabemos, pasamos la vida pensando en el futuro y en el pasado, y dejamos pasar el presente, pero el día de hoy será diferente al de mañana.

Mi abuela, tenía carácter, muy mala leche y era muy lista (tuvo que soportar mucha pobreza en la guerra). Era del rastro de Madrid, nació allí, por lo que era castiza y chulapa.

A mi de pequeña me daba miedo, pero de mayor fue muy diferente, cómo reía, cómo la intentaba hacer bailar aunque sus piernas no la dejaran…mi abuela era muy muy FUERTE!

A tí, te dedico estas palabras, ¡Abuela! Gracias por enseñarme.

No quiero olvidar tus olores, las sensaciones, ni tu voz.

Necesito seguir viendo tu fortaleza, tus ganas por sobrevivir en la vida y tu franqueza a la hora de decir las cosas, porque lo puedes decir más alto, pero jamás, lo dirás más claro.

No quiero olvidar vuestra casa, donde jugaba y el abuelo me hacía casas con perfectos tejados a boli bic en azul y rojo. Donde hice mi primera firma, cepillaba los pelos de la alfombra, aprendí a jugar al tute o me escondía en el cuartito del salón hasta que alguien me encontraba.

No quiero olvidar tus consejos, tus gritos desde la cocina, ni dejar de oír tu risa al intentar bailar contigo.

Te echo de menos abuela

Me acuerdo cuando me contabas la anécdota de mi hermana y las gamberradas de mi primo, de cuando venía Papá Noel a tu casa, de cómo bailabas con el abuelo y sobre todo, de tu jersey verde con manchas rojas.

Apenas cogí un pañuelo cuya fragancia se perdió con el primer lavado.

Yo no creo que tenga nada de tí, ni tu fortaleza, ni tu picaresca del rastro, ni tu labia para regatear, tus triquiñuelas para saber que dinero tenías sin apenas ver, o tu oído agudo con aparatos que te permitía escuchar sólo lo que tu bien querías.

Contundente, perspicaz, viva, perdiste a tus padres, a todos tus hermanos, un marido y un hijo y seguiste al pie del cañón.

Lloraste con tu nieta cuando ella estaba mal.

El tiempo me dejó tregua para disfrutar de tí siendo mayor, pues de pequeña me dabas miedo, con tu autoridad, tu arma la zapatilla y tus gritos de “Enrique nos les des más dinero” (por debajo de la mesa a sus nietos).

Al final te fuiste, sin enseñarme la receta de tus riquísimos macarrones, te fuiste sin estar en tu casa, pero me diste la mano y me sentiste y yo te sentí, sabías que la que te daba besos con sonido era yo, puesto que tú un día ni fuerza tenías para que sonaran los besos al dármelos.

De mayor quiero ser mi abuela, decía. Viajera, fuerte y guerrera.

Si algún día lo soy… será por tí, TE QUIERO Abuela.

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