No puedo dormir

Últimamente, no duermo bien.

Me cuesta conciliar el sueño

Me despierto a medio noche

Doy vueltas y pienso.

Quiero dejarme llevar y que mi cerebro me lleve donde quiera… pero dónde me lleva, no me gusta.

Mi memoria me está trasladando a muchos momentos tristes de mi vida, a momentos en los que estuve sola… ¿por qué?

¿No está siendo lo suficientemente dura esta situación para que mi cerebro me transporte a una situación que fue dolorosa para mí en otro momento? ¿No me puede recordar los momentos divertidos que pasé con mis amigos, los momentos cómplices con mi pareja o las cenas en casa con mi familia?

Tal vez la situación que vivimos ahora, nos lleve a situaciones pasadas parecidas, situaciones en las que nos hemos sentido de cierta manera igual.

La memoria siempre me ha inspirado mucha curiosidad.

¿Por qué olvidamos cosas que queremos recordar y por el contrario recordamos cosas que sí estaríamos dispuestos a olvidar? ¿Por lo que nos hicieron sentir? Yo soy de esas personas que se le olvida lo que le dicen pero nunca olvido cómo me hacen sentir.

Porque hay palabras que duelen.

Deberíamos poder escoger los recuerdos de los que queremos deshacernos.

Cuando pensamos o recordamos un momento, nuestro cerebro no distingue cuándo pasó, si está siendo real o imaginario, esa escena que nos entristece, nos preocupa o nos altera, nos genera estrés… un estrés que no nos permite descansar a pesar de que podamos conciliar el sueño.

La memoria es selectiva, con el paso del tiempo va desechando información que no consideramos útil y sin embargo otra la almacena muy bien en algún recóndito espacio de nuestro cerebro.

He de decir, que nunca he sido buena recordando cosas, aunque tengo amigos que son auténticas hemerotecas, que pueden no decirte el año en el que pasó, pero son capaces de recordar el sitio, las personas y las frases que dijeron o escucharon.

Sea como sea, mi memoria se apodera de mi cada noche, escoge el recuerdo que quiere que vuelva a revivir, sea malo o sea bueno y me hace sentirlo de nuevo poniéndome nerviosa, alterándome…

Después de un par de días

Estoy intentando aprender a controlar mi respiración (no medito por lo normal) pero sí que cuando me tumbo intento hacer un par de respiraciones profundas, expulsando todo mi estrés acumulado en el cuerpo, dejando mi mente en blanco.

Por ahora me funciona…

Hay días que no me acuerdo ni de qué cené ayer pero hay cosas que no se me olvidan. ¡Es increíble el cerebro!

Todo esto de la memoria me recuerda a la primera vez qué me enfrenté a mis emociones (esos seres vivos con patas y brazos que tienen su propia personalidad).

Yo no estaba bien, dejé de llorar. Muchos pensarán que no era un problema, pero yo quería llorar, necesitaba llorar, pero no salía ni una lágrima.

Sabía que tenía que descongestionar todo aquello que tenía escondido y no quería ver. No fue fácil aunque sin duda a mí me ayudó a ser otra persona, a conocerme más y a comprenderme mejor.

Me pidieron que le dedicara sólo 7 minutos.

7 minutos dónde potenciase la tristeza al máximo, que pensara escenas tristes, en penas y en desgracias. Podía utilizar estímulos como música e imágenes (en mi caso escogí un par de canciones).

El primer día me encerré en mi habitación con una luz tenue, me senté en el suelo, me apoyé contra la cama y cerré los ojos. Mi mente estaba a oscuras hasta que me empezaron a saltar pensamientos sobre situaciones muy muy muy pasadas que no sabía ni siquiera que me habían hecho daño, quizás una mirada mala, llorar en un coche mientras me iba de aquél lugar, unas palabras duras hacia mí, hechos de verdad que pensé que había olvidado… ¡pero no!

Luego ya me vinieron otras escenas que sí que fueron importantes para mí como la perdida de mi abuelo o la pérdida de mi tío… pero seguía fascinada de cómo hechos de hacía 7 u 8 años seguían en mi cerebro y me seguían generando tristeza ¿cómo podía ser?

Al día siguiente, hice de nuevo el ejercicio.

Me encerré en mi habitación con una luz tenue, me senté en el suelo, me apoyé contra la cama y cerré los ojos. No aparecía nada… ni un recuerdo de los que me hicieran llorar el día anterior… ni siquiera me acordaba de ellos, y cuándo alguno aparecía no me generaban tristeza, hasta que sólo recordando a mi abuelo y a mi tío, volví a llorar.

No somos conscientes de todos los pensamientos que tenemos guardados en nuestro cerebro, de todos aquellos pequeños detalles que a lo largo de nuestra vida nos han hecho mucho daño y que sin quererlo pueden seguir enquistados en nosotros haciéndonos daño.

Seguí haciendo este ejercicio hasta que dejé salir toda mi tristeza. La dejé fluir y se fue.

A veces sigo haciéndolo cuando sé que algo ronda en mí y no está bien… cuando empiezo a notar mis emociones dentro de mí, desordenadas, caóticas, necesito dejarlas fluir para que vuelen fuera de mí.

Gracias a éste ejercicio soy otra persona, más fuerte, más entera, más consciente de quién soy y de cómo me siento.

Me escuché ese día y todas las veces que vuelvo a hacer ése ejercicio. Porque a veces lo necesito, lo siento. Sé que me ayuda a SEGUIR CRECIENDO.

¿Te atreves a hacerlo?

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